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Ciego He Sido, más Ahora Veo la Luz
Ciego He Sido, más Ahora Veo la Luz

Cita Bíblica: Juan 9:1-41

Pastor Carlos Vallenilla

Esta ha sido y es la excusa, de los que se dicen maestros de la doctrina, para expulsar o excomulgar a los que ellos tildan de herejes, cismáticos, ignorantes, alucinados, etc…; pero no se dan cuenta de que tales “herejes”, al igual que el ciego sanado por Jesús, hablan de lo que Jesús ha hecho en sus propias vidas, que los sacó de la potes­tad de las tinieblas a su reino de luz admirable por la fe que es en Él.

El colmo de la ceguera de esos doctores religiosos y de sus seguidores llega al máxi­mo, cuando en un mismo grupo meten a los que Dios ha justificado y santificado por la fe en Su Hijo, con aquellos que ni admiten a Jesús como Hijo de Dios, siendo uno con el Padre; o con aquellos que ni admiten el Evangelio de Jesucristo. Esta actitud de excomunión indiscriminada la practican preferentemente los sacerdotes y obispos de la Iglesia Católica, demostrando así su nulo conocimiento o su total ceguera para discernir la realidad espiritual y evangélica en las personas en que Cristo está obrando hoy en el mundo. ¿Cómo, si no, llamarían protestantes o evangélicos, con el denominador común de sectas, a todos aquellos que no pertenecen a su Romana Iglesia? Hay grupos religiosos que no tienen nada que ver con los evangélicos ni con el Evangelio de Jesucristo, pero el clero romano, como los fariseos, tiene mucho inte­rés en identificarlos como tales, porque eso repercute en el bien de Roma. Esta fue también la actitud de los fariseos, meter a Jesús, el Santo de Dios, entre el grupo de los pecadores, para quedar ellos a salvo con su propia doctrina y ceguera. Y así, pensando que veían, expulsaron de entre ellos a aquella persona, en quien se habían mani­festado las obras de Dios. Pero según la mentalidad de los fariseos ese ciego de naci­miento, pecador y mendigo, no era la persona idónea para manifestarse la obra de Dios; y como no entraba en sus esquemas doctrinales, le expulsaron.

La mentalidad farisaica y los esquemas doctrinales han sido las dos piedras de moli­no del poder religioso, que ha triturado a través de los siglos a los verdaderos cre­yentes. La pauta de mejor molino la lleva la Iglesia Católica Romana y el mejor moli­nero el papado.

¿Crees tú en el Hijo de Dios? ¿Quién es, Señor, para que crea en Él?, le dijo Jesús: El que habla contigo, Él es. Y él dijo: Creo, Señor, y le adoró.Juan 9:35-37

El Señor Jesús va de nuevo al encuentro de este hombre, una vez que ha sido expul­sado por los fariseos. No era un momento fácil para este hombre, pero él en ningún momento dejó de decir lo que Jesús había hecho en él. Las amenazas y las opiniones contrarias a la realidad, que él había vivido y visto desde su primer encuentro con Jesús, nunca le acobardaron para dejar de proclamar lo que se había obrado en su vida. Pero ahora abiertos sus ojos se encontraba solo e incomprendido. Sólo Jesús se acerca a él para llevarle a ese encuentro personal en la fe. No bastaba que le viese con sus propios ojos. Era necesario que creyese para que le fuesen también abiertos los ojos del alma, como le habían sido abiertos los ojos de su cuerpo. La Palabra nos muestra que él creyó, y también vio que Jesús era el Hijo de Dios, por eso le adoró.

Esta es también una gran lección para nosotros, los que hemos visto en nuestras pro­pias vidas las obras de Dios por medio de la fe en Su Hijo Jesucristo. Nuestro princi­pal argumento contra la sabiduría religiosa de los hombres será siempre esa obra de perdón y de amor de Dios que el mismo ha realizado en nosotros por la sola fe. Y con­fesaremos siempre que Su Palabra es verdad, porque ese testimonio de vida se ha hecho realidad en nosotros por medio de la fe en Jesús. “El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo”(l Juan 5:10). El que ve tiene en sí mismo el testimonio de la luz. Aquel que dice que ve y necesita de un montón de guías externos, está ciego. ¿No es esta la situación del Papado con tanta ley y norma para guiar a sus fieles? Jamás la opinión ni las amenazas de los ciegos religiosos nos apartarán del tes­timonio de la luz de la vida que es Cristo Jesús en nosotros.

Jesús dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. (Juan 8:12).

Este ciego se encontró con Jesús y no anduvo más en tinieblas; creyó en Jesús y tuvo la luz de la vida, y le adoró. ¿Por qué no haces tú lo mismo? ¿Cómo? Ve y lava tus pecados en la sangre de Cristo, creyendo en Él, y regresarás viendo.

Tag(s) : #Predicacion
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